miércoles, 30 de abril de 2014

Pilar Viviente, la cercana lejanía de una artista

Aitana G.Cantos | Reportaje

  • Un dibujo a su madre con cuatro años demostró su talento
  • Definida como artista conceptual multimedia, tiene "alma de pintora y música"
  • Perteneciente a la Generación Reflexiva
  • Su obra tiene un compromiso con la naturaleza

Descubrir a Pilar Viviente (Madrid, 1958) es toparse de bruces con la vocación, el entusiasmo y la esencia de una artista con todas las letras. Su pequeño primer paso en el mundo del arte se remonta al París de los años sesenta y aún se mantiene vívido en su recuerdo. Tenía tan sólo cuatro años cuando su madre, cansada de que no la dejara preparar la “tortilla de patatas” para la cena, le dio un folio y una caja de pinturas gouache. “Dibujé el retrato de mamá, una imagen en la que definí el rostro, el pelo y una boca con dientes de enfado pero que al mismo tiempo sonreía”, asegura Viviente. Un gesto breve e infantil que marcaría el principio de una historia dedicada al arte.

Primer cuadro de Pilar Viviente cuando tenía cuatro años a su madre. / Imagen cedida



Aunque nacida en Madrid de padres con orígenes alicantinos y catalanes, Pilar Viviente pasó sus primeros años en París. “Mi padre consiguió una beca de la fundación Juan March para realizar su tesis sobre topología en la Sorbona”, explica. Una etapa que considera fundamental ya que le permitió crecer desligada de la dictadura española y que dio rienda suelta a su talento artístico durante la escuela primaria. “En aquella época no había ninguna formación visual en España que no fuera la repetición de imágenes preconcebidas, mientras que allí nos dejaban improvisar y ser creativos”, cuenta la artista. Sin embargo, la familia regresó a España y se instaló en Zaragoza.

Fue en la capital aragonesa donde aquellas cualidades artísticas la condujeron a la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Zaragoza gracias al incondicional apoyo materno. Unos años marcados por el contacto con el historiador y crítico de arte Ángel Azpeitia, dos fallidas experiencias empresariales y una profunda vocación que finalmente la empujaron a ingresar en Bellas Artes en Barcelona. “Decidí optar por la cosa intelectual”, reconoce.  

Pilar Viviente y el historiador y crítico de arte Ángel Azpeitia./Imagen cedida.

Con esas maletas cargadas de algo más de vida y menos de joven ignorancia, Viviente recuerda los numerosos pero “gratificantes sacrificios”. “En primero de carrera conocí a José Milicua, presidente del Patronato del Museo del Prado, con el que conseguí una beca de colaboración en el departamento de Historia del Arte para estudiar la etapa joven de Goya”, comenta la artista. Éxitos que se multiplicaron con el paso del tiempo y que la llevaron a ganar diversos premios entre los que destaca el II Premio Nacional Terminación de Estudios (1988) y el Premio IV Muestra de Arte Joven (1988).

Sin embargo, la esencia de PilarViviente no se resume en una lista de galardones o reconocimientos, sino en su gesto, su obra y su palabra. Reconocida como artista conceptual multimedia, a ella no le gusta definirse ya que considera que las definiciones “encasillan demasiado” y prefiere encontrarse “en la fase de cocina en la que puede haber creatividad y todo esté mezclado”. Por ese motivo quizás, Viviente desarrolla su trabajo en diversos formatos como pintura, escultura, grabado, fotografía, vídeo, instalaciones, música (piano) o poesía, aunque confiesa tener “alma de pintora y música”. “El soporte no define el producto, lo que lo define es la intencionalidad del artista y lo importante es la idea que éste quiera vender al mundo”, explica. De hecho, su mayor producción es pictórica, no obstante la artista elige el medio con el que se siente “más cómoda” en cada momento.

Cuadro del pueblo materno Peramola (Alt Urgell) de Pilar Viviente. / Imagen cedida

 A mediados de 1989, los expertos Manel Clot y José Méndez incluyeron a Pilar Viviente en la denominada “Generación Reflexiva”. Este grupo aglutinaba a pintores de finales de los 80 y principios de los 90 cuyos rasgos artísticos se caracterizaban por “el rechazo a las pasiones inmediatas”, que había enfatizado la generación anterior, así como por una línea más comprometida desde el punto de vista sociológico. No obstante, la artista considera que se trata de un “tema delicado” ya que responde a diversos determinantes históricos y económicos, aunque se atreve a pronunciarse al respecto: “Generación reflexiva igual a un arte no sólo centrado en mis vísceras sino en una conciencia del entorno”.

Precisamente lo que no falta en la obra de Pilar Viviente es la reflexión. La línea temática de su producción artística se centra por excelencia en la naturaleza por la que siente una “gran admiración y pasión”. “Tengo un sentimiento muy estrecho es un referente que en la creación ha obtenido connotaciones sociales”, asegura. Un leiv motiv que va desde los primeros paisajes del pueblo materno de Peramola (Alt Urgell) hasta la exposición “Save Nature-Save Culture” que realizó en Nueva York en 2006 y en la que afirmaba que “salvar la naturaleza también es salvar la cultura”; o el cortometraje que fue seleccionado para proyectarlo en el evento  “Live Earth” en 2007 promovido por Al Gore.



El artista Luis Francisco Pérez ha afirmado que el arte de Viviente “comulga con la idea que Pascal poseía del quehacer artístico: un arte incomprensible pero razonable (…);  por su espíritu sofisticado y aventurero y por esa idea soberbia pero segura”. Una definición misma no sólo de la obra sino de la propia Viviente que además remata el sociólogo y crítico Arnau Puig al calificarla de “tenaz, incansable y excelente artista”.

Ardua tarea la de recabar la obra de Pilar Viviente. Su vasta labor como profesional se extiende a la docencia, a la investigación, al compromiso (miembro de la InSea de la UNESCO) y a la consabida producción artística. Independientemente de esas carreras que por intensas agotan y saben dulces en su poso final, Viviente va más allá de listados de méritos. Con el aura de los grandes, posee un grado de cercanía que se confunde con la lejanía. Un pie en este universo y otro en el de su propia creación. Al fin y al cabo, Pilar Viviente hace honor a su propio apellido, y vive.


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