sábado, 15 de febrero de 2014

Los surcos de la vida de Conchita Rivera

Llanos de la Rosa Cifuentes | Despiece

En su libro de poemas, Rivera también dedica páginas a relatar su vida


Simone De Beauvoir decía que “Las arrugas de la piel son ese algo indescriptible que procede del alma”. También hay quien dice que cada arruga simboliza un hecho de la vida, ya sea triste o alegre. Para Conchita Rivera sería una mezcla de ambas teorías. La artista, podría contar una historia por cada pliego de su piel. Y, entre todas, formarían la de su vida. “No me gustan las cosas tristes, la vida ya tiene muchas”, declara Conchita Rivera. Y así lo refleja en sus obras. Quizá la negatividad le produzca rechazo, precisamente porque la suya no ha sido una vida fácil. “Si tienes que vivir, debes intentar sacarle partido a las cosas y ser feliz”, anima Conchita Rivera. 





Con tan solo 10 meses, Rivera salió de Madrid con su madre, sus dos hermanos mayores y su abuela. Huían de una historia de amor materna que no salió bien por las circunstancias del progenitor. La familia, montó en el tren que más lejos les llevara de la capital, y así llegaron hasta Alicante para terminar trabajando en el sector del calzado en Elche. Sería en esta ciudad donde Conchita Rivera construiría sus primeros recuerdos y la que consideraría su casa para el resto de sus días. Esas primitivas evocaciones se remontan a la cocina de su casa, donde su madre le enseñó a leer y le obligaba a recitarle en voz alta mientras cocinaba. “Mi madre fue una maravilla, nos sacó a todos adelante y, a pesar de ser muy pobre, nos dio toda la educación que pudo”, se pone nostálgica Rivera. 



Pero si hay algo que de verdad hace que los ojos de Conchita se pongan vidriosos, es el recuerdo de su hermano Emilio. “A mí me daba envidia ver a mi hermano Emilio dibujar”, reconoce la artista. “Ni siquiera teníamos un lapicero para cada uno, así que partía el suyo por la mitad, le sacaba punta y me lo daba. Entonces me enseñaba a dibujar animales”, relata Conchita Rivera. Sin embargo, nunca llegó a enseñarle más allá de lo básico, porque pasaba mucho tiempo trabajando, hasta que sufrió un accidente laboral en el que perdió la vida con 17 años. “Era muy listo y trabajador, todo lo que sabía hacer me lo enseñaba”, se enorgullece la pintora. 

Es posible que de ahí le llegara después esa ansiedad por seguir dibujando y por escribir. Aunque tuviera que guardar ese deseo muchos años. 

“Tuve que trabajar mucho toda mi vida y me quedaba poco tiempo para la cultura”, recuerda apenada Conchita Rivera. Además, explica que duda que en aquellos tiempos le hubieran permitido dedicarse a ello. “Tenía capacidad, pero no podía expresarme, tenía que ocuparme de la casa, claro, y dejar de lado las poesías”, comenta la poeta, quien también recuerda la censura y los libros que tenía que mantener ocultos.

Por eso, cuando su marido se marchó, ella se jubiló y los tiempos ya eran otros, decidió que no era preciso esperar más. “En el fondo fue un regalo que nos abandonara [el cónyuge], él nunca me habría dejado ir a recitar, por ejemplo”, sonríe Rivera. 


Las anécdotas e historias, acaban todos en una sonrisa. Una mujer que ha vivido el abandono en muchas ocasiones, la muerte cercana, el machismo y la censura de una época no tan lejana. Pero, una mujer, que a pesar de todo ha querido vivir y seguir aumentando esos surcos de vida, que no dejan de ser, "ese algo indescriptible" de su alma luchadora.

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