lunes, 10 de febrero de 2014

Heridas que traspasan la pantalla


Llanos de la Rosa Cifuentes |Cine| Opinión


Marian Álvarez, Goya a la mejor actriz

Hasta esa semana de octubre, no había escuchado mucho sobre “La herida”. Pero estaba pronosticada a ser (y de hecho fue), la gran estrella de aquella decimoquinta edición de Abycine (festival internacional de cine de Albacete).

No mentiré, nada fue lo que yo esperaba desde el primer segundo, ni a nivel argumental ni a nivel técnico. Y eso fue lo mejor.  En pleno siglo XXI están  los que se escudan en el “ya está todo inventado, solo puedo intentar mejorarlo” y los que se arriesgan y crean. Por suerte, el cine español cuenta con personas arriesgadas, entre ellas, Fernando Franco. Hay que serlo para romper con el clasicismo a la hora de rodar, de elegir la fotografía y los escenarios. Y le sirvió para alzarse con el Goya por mejor director novel. 

Marian Álvarez charló con los espectadores de  Abycine. Foto Abycine





Pero, sobre todo, hay que ser valiente para centrar una película en un solo personaje, que a su vez tiene muchas caras. Arriesgarlo todo a una única carta. Aquella carta se llama Marian Álvarez y anoche recogió el Goya a mejor actriz por ese papel de chica joven y con una vida “normal”,  que lleva al límite sus obsesiones. No entraré en los detalles técnicos, porque para eso ya hay otros críticos que lo explican mejor. Ni siquiera pretendo que sea un texto enfocado a desengranar la actuación de Marian Álvarez, que de eso también se ha hablado mucho estos meses. Si me pongo a escribir(les), es simple y llanamente porque ayer estuve en desacuerdo con muchos de los galardones entregados (sin ser yo nadie para desmerecer a los cineastas, ni lo pretendo). Sin embargo, si hubo algo que me hizo saltar del sillón y aplaudir, fue escuchar decir a Ana Belén que el premio a mejor actriz era para Marian Álvarez. No es que considere que Inma Cuesta, Aura Garrido o Nora Navas no lo merezcan (solo de pensar en ellas me emociona recordar la calidad artística que tenemos en este país, para que luego digan), no me malinterpreten. Pero jamás me había creído tanto a un personaje como al de Ana, que crea una atmósfera (auto)destructiva por donde va. 

Tal fue la sensación, que salí de la sala de cine con angustia, sin haber visto escenas escabrosas, escatológicas o sangrientas. No. Es que, Ana vive con ese dolor y ese malestar constantemente. Y Marian Álvarez le da vida de tal forma, que te sientes ella. Quieres pegarle golpes a las persianas cuando ella necesita soltar la rabia que lleva dentro. Te sientes fuera de lugar en una fiesta en la que no deberías estar, cuando ella huye. Sientes que te ahogas cuando  a ella le cuesta respirar. Y, sobre todo, te gustaría poder entenderte, cuando ella se da cuenta de lo perdida que está.

Ana es incapaz de controlar sus comportamientos y emociones


Por eso. Porque el cine debería ser esto en todas y cada una de las películas. Reír, llorar, disfrutar, sufrir, intrigarse, amar, odiar, asustarse, descubrir, aprender o, incluso, sentir angustia. En definitiva, meterse en muchas pieles desde el otro lado.

Más que darle la enhorabuena, yo digo: Gracias, Marian Álvarez. Aunque aquella noche me costara dormir, me hiciste sentir tu herida, estar muy viva. Me ayudaste a recordar, porqué me encanta el cine (sobre todo, español). 

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