sábado, 15 de febrero de 2014

Conchita Rivera: El arte de querer vivir

Llanos de la Rosa Cifuentes|Reportaje|Personaje  

  • Después de una depresión, Conchita Rivera canalizó sus ganas de seguir adelante en el arte
  • Conchita Rivera representa un ejemplo a seguir para los poetas y pintores de Elche y comarca
  • Los poetas ilicitanos reconocen su esfuerzo durante la celebración del IV Maratón de poesía y relato corto de Elche
  • El segundo libro de poesías y dibujos de Rivera se espera para los próximos meses

“No existe el por-venir, 

sí existe el por-llegar, 

y desde que nacemos
lo empezamos a andar”



Mis sueños dorados - Conchita Rivera


Conchita Rivera, artista polifacética madrileña, pero de corazón ilicitano

Contar la historia de Conchita Rivera (Madrid, 1926) es descubrir esto, que todo está “por-llegar” si debe hacerlo. Su camino en el mundo de la cultura no empezó a andarse desde que nació. Ni si quiera los primeros pasos se dieron en su juventud o adultez, como sucede con la mayoría de artistas. Rivera tuvo que esperar mucho, más de sesenta años, para poder desarrollar su talento en el mundo de la poesía, la pintura e incluso la interpretación. “Simplemente no pude hacerlo antes”, explica Conchita Rivera. Pero en su tono de voz no se percibe ni un ápice de lamento o queja, porque fue “capaz de recuperar el tiempo perdido”. 


Su marido, del que prefiere no hablar mucho, se marchó y su madre, de la que quiere hablar todo lo que pueda, había fallecido poco antes. Aquellos dos acontecimientos supusieron la gota que colmó el vaso en la vida de Conchita Rivera. Una vida marcada por un progenitor ausente, un hermano al que admiraba y quería como si fuera su padre, muerto a los diecisiete años y largas jornadas de trabajo. “Me quedé sin fuerzas, hasta rezaba para morirme”, recuerda la poetisa. Sin embargo, después comprendió que todavía no había llegado su hora y que debía vivir. Para ello, necesitaba algo más que respirar. Sobre todo, debía hacer cosas que le impidieran pensar y sentirse sola. Por eso, una mañana se acercó a un centro sociocultural y se apuntó a clases de pintura. “Empecé pintando dibujos para mis nietos”, confiesa Conchita Rivera. “Y así acabé”, sonríe mientras recorre con la mirada todo el salón, decorado por cuadros, tantos, que algunos ya no tienen trozo de pared de donde ser colgados y aparecen apoyados en muebles.



La casa de la artista parece la galería de un museo

Aquellos dibujos de los que habla la pintora se quedan en un segundo plano, porque quedan eclipsados por las representaciones de cuerpos desnudos y retratos, donde se aprecia una notable evolución en la técnica. “Siempre me ha gustado mucho el cuerpo humano. Pero casi nunca pinto hombres, hasta me han acusado de tenerles manía”, confiesa divertida la artista. También aparecen paisajes y copias de fotografías. Entre ellos, muchos rincones de Elche, la que siente su hogar. A pesar de las diferencias, todos los cuadros tienen algo en común: “Son como soy yo, alegres y coloridos. Optimistas”, cuenta Rivera. 



A pesar de su prolífera obra, las artes pictóricas no son su único fuerte. “Quizá le falte perfeccionar un ámbito concreto”, interpreta José Manuel Sanrodri, poeta ilicitano y director de la publicación del colectivo El picudo Blanco. Conchita Rivera no quiso centrarse en un solo campo de la cultura. “Tuve mucho tiempo dentro la ansiedad de escribir y no guardarlo en un cajón”, admite la poetisa. Aunque en su casa se viviese de forma modesta, Rivera recuerda que su madre siempre compraba libros en cuanto podía: “Para ella era muy importante la cultura, y que sus hijos accedieran a ella”. Es el motivo por el que Conchita Rivera adquirió un alto nivel de lectura y redacción a pesar de no asistir a la escuela. “Todo lo que sé, es porque me lo enseñó mi madre, por eso me gustaría que viviera y me viera en el homenaje”, se pone nostálgica Rivera. El homenaje del que habla la poeta es que le realizaron ayer en la Torre de la Calahorra de Elche, durante el Cuarto Maratón de Poesía y Relatos cortos, por su trayectoria como escritora



A C. Rivera le gusta acompañar sus poemas con dibujos o fotografías


Es difícil encuadrar a Conchita en un estilo”, duda Josep Esteve, miembro del colectivo Picudo Blanco y uno de los organizadores del Maratón literario. Esteve habla sobre todo de los poemas que aparecen en el libro Cuentos, poemas y cartas desde los retazos del alma, que supuso la primera recopilación de escritos y dibujos de Conchita Rivera. “Su publicación sorprendió porque esperábamos, dada su edad, una poesía antigua, conservadora, de rima barroca o recargada”, reconoce Esteve. Pero no fue así, ya que el libro se encuentra cargado de “sencillez y contemporaneidad”. La escritora asegura que sus poemas son su “diario”, porque en ellos refleja todo lo que ve, desde obras de teatro o pinturas, hasta paisajes o personas. Pero si hay un tema predilecto en sus versos, ese es Elche y los poetas de la localidad, que son “su ejemplo a seguir”. De todo ello también habrá en el segundo libro, cuyo lanzamiento se espera para dentro de poco.


Portada y contraportada del primer libro de la artista, prologado por José Manuel Sanrodri


Conchita Rivera, en una sencillez para nada forzada o falsa, asegura que se siente sobrevalorada. "Creo que hablan tan bien de mí por mi edad, porque es verdad que no es normal que una octogenaria haga tantas cosas”, explica sin tono de rencor Rivera. “Nosotros no sobrevaloramos a Conchita”, niega en rotundo José Manuel Sanrodri. Y concreta: “Lo que hacemos es valorarla, sin prefijos”. Josep Esteve añade que aprecian el esfuerzo de Conchita Rivera: “Es el ejemplo vivo de que la literatura desde el peldaño más bajo y humilde no muere sino que se transforma, evoluciona y se perfecciona hasta llegar a lo más alto de la escalera de la vida”. 

“Aunque ella no lo reconozca, Conchita tiene una trayectoria muy importante en poesía e interpretación”, desvela Antonio Zapata, otro de los organizadores del Maratón y también miembro del Picudo Blanco. Porque Rivera es descrita por Esteve como una mujer “tímida que se suelta sobre un escenario”, ya sea para recitar, cantar o actuar. 

“De todo lo que hace [Conchita Rivera], puede que lo mejor sea actuar”, ilustra José Manuel Sanrodri, y se justifica: “En la pintura o la poesía, seguramente le falte técnica, pero cuando actúa, no necesita mejorar en nada, es perfecta, creíble”. El director y poeta lo sabe bien, ha escrito dos obras de teatro con papeles protagonistas pensando en ella (una de ellas aparece en el libro de la poeta).

Tanto es así, que Conchita Rivera cuenta divertida que una vez le tocó hacer de hombre no le reconocieron: “Cuando me reuní con mis amigas después de la función, me preguntaron por qué no había actuado. Tuve que explicarles que hice de uno de los hombres y no me creían”. Ese día lo recuerda con tanto cariño, que pintó un cuadro en el que aparece vestida de hombre con toda su familia, su favorito.


Cuadro favorito de Conchita Rivera, con toda su familia

Tras aquel momento de depresión y vacío que, supuso el inicio de su carrera artística, Conchita Rivera empezó a desprender vitalidad y optimismo por cada poro de su piel. “Es una adolescente con ganas de comerse el mundo en un cuerpo de mujer mayor”, concluye Sanrodri.


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1 comentario:

  1. Gracias por estas atenciones a mi madre, os agradezco con todo mi corazón.
    Angela Diaz RIVERA


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