viernes, 27 de diciembre de 2013

Mujer y cultura, una tarea pendiente

Aitana G.Cantos

Estábamos en un bar tomando algo, cinco hombres y yo, todos nosotros dedicados al ámbito cultural. El mejor currículum de los que estábamos allí era el mío a pesar de mi edad. En ese momento, llega un periodista de este mundillo que era un amigo de uno de los presentes. De forma que comienzan las presentaciones. Mi amigo se dispuso a enumerarle al periodista cada uno de los méritos de los currículum de mis compañeros. Sin embargo, cuando llegó mi turno (me dejó la última), dijo, “Y ésta es mi amiga, María”. Ni siquiera dijo mi apellido. Por una parte, me sentí halagada por ser simplemente su amiga, pero por otro, ofendida, porque parecía que yo no tuviera carrera o que mi vida profesional no contara. Y cosas de esas me pasan todos los días.

Esta anécdota que relata la joven escritora María Zaragoza con una mueca que va desde la media sonrisa hasta la estupefacción ilustra una realidad a la que las artistas y creadoras tienen que enfrentarse a diario. La cultura patriarcal penetra y se extiende a través de todos los ámbitos de la sociedad, desde la política, la economía o el deporte, hasta la cultura propiamente dicha, un sector que ha sido siempre considerado como el vértice del progresismo, el motor de las grandes vanguardias y el único que escapaba a la desigualdad de género. No obstante, la situación actual difiere de esta clásica suposición.





La escritora María Zaragoza. Fotografía de Cynthia Bravo

El papel de la mujer como generadora de un producto cultural en cualquiera de sus facetas (creación, investigación, gestión, distribución) aún resulta inaudito, ya que el hecho de que salte a la palestra la obra de una autora, una pintora o una cineasta no deja de ser un acontecimiento insólito e innovador. Según Laura Freixas, escritora y presidenta de la asociación Clásicas y Modernas, a la mujer se la ve “poco” dentro de la cultura y se tiende a “invisibilizarla”, incluso añade, con frecuencia se interpretan las biografías de las creadoras en términos de “azar”, no de “esfuerzo”, y acentuando aspectos de su vida privada por encima de su obra.

El informe `Mujeres y Cultura.Políticas de Igualdad´, un texto publicado por el Ministerio de Cultura bajo la cartera de la ministra Ángeles González-Sinde  en el año 2011, nació de la disconformidad que formularon tres asociaciones de mujeres en la cultura (CIMA, MAV y Clásicas y Modernas) ante la Defensora del Pueblo, María Luisa Cava en aquellos momentos, por la falta de aplicación en este sector de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 demarzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. “Había un cuerpo legal impresionante que no se aplicaba”, incide Margarita Borja, directora escénica y fundadora de los Encuentros de mujeres de Iberoamérica en el FIT de Cádiz. Y es que los datos que arroja el estudio plasman con absoluta claridad la desigualdad de género existente en este sector.

Texto publicado por el Ministerio de Cultura sobre políticas de igualdad en el ámbito cultural

Uno de los aspectos más reveladores que permiten apreciar estas diferencias son los premios y galardones, es decir, el reconocimiento que expertos en una disciplina otorgan a creadores y autores por su obra o trayectoria profesional. El análisis de `Mujeres y Cultura´ demuestra que en el sector del Libro sólo se han concedido Premios Nacionales a un 10% de mujeres frente a un 90% de hombres. Ejemplo de ello es el Miguel de Cervantes, un galardón que cuenta en su memoria con 39 ediciones de las que sólo se ha distinguido a mujeres en cuatro ocasiones: María Zambrano en 1988, Dulce María Loynaz en 1992, Ana María Matute en 2010 y Elena Poniatowska este año 2013.

María Zaragoza, ganadora de varios premios literarios entre los que destacan el Ateneo Ciudad de Valladolid por `Los alemanes se vuelan la cabeza por amor´ y el Ateneo Joven de Sevilla por `Dicen que estás muerta´, indica que la mayoría de los jurados están compuestos por “señores”,  por lo que en la mayoría de las veces se multiplica la probabilidad de que predomine el género masculino entre los galardonados. Sin embargo, Margarita Borja puntualiza que lo importante no es que lleguen mujeres a estos jurados, sino que lo hagan “expertas en temas de igualdad con una clara conciencia de lo que es el desequilibrio de género para cambiar la inercia existente”, una tarea nada fácil.

Margarita Borja, directora escénica y fundadora de los Encuentro de mujeres de Iberoamáerica en el FIT de Cádiz 

El verdadero problema, asegura Freixas, es que las mujeres “no ven representación”, ya que a cada escalón que se sube, caen más ellas que los hombres, como puede observarse en la obra de Régis Bebray, `Le pouvoir intellectuel en France´, en la que el autor subraya que “si bien la cultura en general se declina en femenino e inclina a la feminidad, en particular sus altas esferas son netamente masculinas”. Por esta razón, según Freixas, para llegar a lo más alto necesitas “modelos” que te lo confirmen, y si no los tienes, inconscientemente tu misma no te vas a esforzar. Alice Munro, Nobel de Literatura 2013, se erige como ese icono que demuestra que es posible alcanzar la cima, aunque a ella misma le extrañe ser premiada en un mundo de hombres. Esta afirmación, a juicio de Zaragoza, no es más un guiño “muy inteligente” que provoca que por lo menos muchos se acerquen a mirar la lista de los poseedores de esta distinción.

A pesar de la diferencia de edad, la sorpresa de Munro se extrapola a la joven novelista: “He soportado que un crítico alabe mi obra diciéndome que escribo como un hombre”. Frente a lo cual, ella ha tomado la determinación de responder: “Tengo exactamente lo mismo que Tony Montana (protagonista de Scarface), mis palabras y mis pelotas”. En esta ocasión, como en otras tantas, parece que recurrir al humor es una de las mejores armas con las que cuenta una mujer. Al fin y al cabo, carcajada combinada con dosis de realidad siempre han sido herramientas clave para sacudir conciencias.

Políticas de Igualdad

El mayor respaldo de un ciudadano debe sustentarse en las políticas de sus gobiernos, que no tienen más cometido que formularse teniendo en cuenta las necesidades de las sociedades sobre las que se ejerce el poder. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero ocupó la Presidencia del Gobierno, se sucedieron una serie de cambios en materia de igualdad insólitos. En primer lugar, el Presidente constituyó su Consejo de Ministros en términos de paridad por primera vez en la historia de España.

Uno de los mayores impulsos que recibió la igualdad fue la inauguración del Ministerio de Igualdad el 14 de abril de 2008 con Bibiana Aído como ministra, una experiencia que, aunque breve  (finalizó el 20 de octubre de 2010), supuso un avance fundamental en políticas de género. Según Modes Salazar, portavoz socialista de Mujer-Igualdad en Las Cortes Valencianas, esta cartera “puso la igualdad en la agenda política, en pensar en las necesidades de la sociedad desde la óptica de género”.  El resultado más evidente fue la llegada de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 demarzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres,  pues suponía una bocanada de aire fresco para problemas no sólo sociales, sino también de carácter cultural.

Congreso de los Diputados de España en el que se aprobó la Ley de Igualdad. Fotografía de Fernando Arocanada

Una ventana abierta que se cerró poco a poco por su falta de aplicación real. Sin embargo, no es el único envite que ha recibido la igualdad. La Comisión de Igualdad de las Cortes Valencianas fue suprimida en el mes de marzo de 2012, critica la diputada socialista, que considera que desapareció “por motivos ideológicos”, por lo que se trasladó a una macrocomisión (Comisión de Política Social, Empleo y Políticas de Igualdad) que no ha permitido que se aborden los problemas “como es debido”.

Ante estas circunstancias, Salazar opina que para conseguir un avance en igualdad de género los esfuerzos se han de concentrar en la “Educación”, a través de la creación de comités, el fomento de la educación en igualdad, la aplicación de la ley al mundo de la comunicación audiovisual y prestar atención a los observatorios y asociaciones feministas y de colectivos que alertan de la falta de visibilidad de las mujeres en la sociedad.


Organizaciones feministas, motores de cambio

Uno de los motores fundamentales para conseguir la igualdad de género tanto en la cultura como en otros ámbitos son las organizaciones u asociaciones feministas. Grupos de ciudadanas, en su mayor medida, que se unen para luchar por unos derechos que están reconocidos legalmente pero que no tienen una aplicación real. En los últimos años se ha producido una proliferación de estos colectivos, una tendencia que, según la presidenta de Clásicas y Modernas, Laura Freixas, tiene sus orígenes hace una década, cuando muchas mujeres cayeron en la cuenta de que la Constitución, que les prometía la igualdad, no era efectiva. “El cambio que se iba a producir de forma natural con el paso del tiempo, no ha llevado a una igualdad real”, critica Freixas. Esta razón ha motivado que en un período breve numerosas plataformas y asociaciones se han formado para reivindicar los derechos que por ley les pertenecen.

La Plataforma Feminista de Alicante, fundada en 2005, es una de las más activas a nivel nacional. Compuesta por diversas organizaciones, partidos políticos y sindicatos,  sus principales acciones se centran en la “manifestación del 8 de marzo”, Día Internacional de la Mujer, y en la “concentración del 25 de noviembre”, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, explica Nieves Simón, una de sus fundadoras y representante del Aula de Formación y Debate Feminista de la Universidad de Alicante.


La acción de estos colectivos se convierte en una herramienta clave para conseguir que se cumpla la ley de igualdad con la que en 2007 se abrió “una gran esperanza que quedó frustrada”, señala Simón. Mientras, el compromiso de estas mujeres continúa a través de las decenas de organizaciones que están registradas el Instituto de la Mujer, así como las asociaciones que realizan una intensa actividad en las redes sociales y construyen lazos de colaboración para luchar por esa causa común que les une, la igualdad.

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